🌈 Orgullo
Propaganda militar y una oda a la homofobia internalizada, la esperada comedia-dramática de Netflix Boots tiene mala puntería.
Sí. A todes nos gusta I’ll make a man out of you, de la Mulán animada de Disney. Hay algo especial en los esfuerzos que hacen los tipos para sentirse tipos y ser reconocidos entre ellos que te da ternura, además de la subtrama bisexual y transgénero que fascinó a propios y ajenos, claro.
Pero cuando querés llevar la redención personal basada en la desindivualización y la entrega a la masculinidad tóxica a más de tres minutos, pierde el toque de ternura.
Boots, en español, Reclutas, la esperadísima serie de Netflix estrenada recientemente que cuenta la historia de un joven gay que se enlista en los Marines estadounidenses, con sus 8 capítulos de 45 minutos cada uno no es más que una tediosa y mala adaptación de esa canción, pero igual de infantil.
La serie se basa en el relato autobiográfico The Pink Marine, de Greg Cope White, quien en 1979 se enlista en la mentada fuerza armada y describe su constante miedo a ser descubierto pero al mismo tiempo la gran sensación de satisfacción personal que le dió formar parte de ese grupo de hombres cuya camaradería y unión, junto al hecho de tener una misión en la vida, transformó su espíritu para bien.
Al costo, por supuesto, de ocultar su sexualidad y de romantizar la homofobia internalizada, por supuesto.
Aunque la adaptación transcurre 11 años después, en 1990, es fiel en gran medida a ese relato que transcurre, por tanto, a fines de los 70 y comienzos de los 80, durante la presidencia de Carter y antes de que existiera la política de Don’t Ask, Don’t Tell -No preguntés, no digás-; que aceptaba a oficiales homosexuales mientras que no lo hicieran público, que recién se implementó en 1994.
La historia sigue, entonces, a Cameron Cope, interpretado por Miles Heizer, en su aventura en el boot camp -campamento de reclutas- del Cuerpo de Infantería de Marina estadounidense, una fuerza de élite conocida por su disciplina extrema e híper-masculinidad.
A donde se enlista siguiendo los pasos de Ray McAffey, en la piel de Liam Oh, su único amigo y un poco escapando de su sobrepasada madre Barbara, una excelente Vera Farmiga que no se entiende cómo aparece tan poco tiempo.
La serie es un recorte por momentos demasiado rápido de las 13 semanas que dura el entrenamiento militar al que se someten ellos dos y el pelotón al que los asignan y cómo la historia del resto de sus compañeros se entrelaza y resuena con las propias.
La frase que los sargentos instructores repiten incansablemente para deshumanizar y al mismo tiempo ¿motivarlos? resume bastante la trama: Mi trabajo es convertirlos en hombres. Y luego, si es posible, en marines.
La prometida comedia dramática falla en ambos géneros por la falta de compromiso con el tono y las escenas que los engloban. Los pícaros usos del soundtrack claramente reconocible como queer y seteado en la época, junto a los monólogos de su consciencia materializada en un doble afeminado que le habla en momentos de soledad conviven con recursos cómicos que parecen salidos de una caricatura pensada para audiencias varoniles de poca edad.
En lo dramático, la falta de cohesión al momento de pensar los arcos de personajes, los usos inconsistentes de los flashbacks y un claro desorden en el horizonte estructural de la serie ¿cada capítulo hablará de un recluta diferente, como en Orange Is The New Black, o irá por una coralidad de voces en cada capítulo? No queda claro y desaprovecha ambas oportunidades, hace que los momentos de épica parezcan infantiles.
Un ejemplo sin miedo al spoiler, en un capítulo, literalmente, todo el relevo cómico y la épica acerca de la unión entre pares y la cohesión del grupo está basada en una competencia para ver quién es capaz de hacer la materia fecal más grande. Y es que lo que se vendió como una historia queer acerca de un muchachito gay en un lugar hostil que encuentra superación, muy lejos está de esa premisa.
La subtrama del Sargento Sullivan, interpretado por Max Parker, quien se encuentra siendo investigado por actos de sodomía, apenas sirve para contextualizar la verdadera naturaleza crítica de la homofobia de los Marines que nunca llega a aglutinarse bien con otros llamados de atención acerca del carácter elitista del Cuerpo, como la gordofobia, neuro-normatividad, xenofobia, racismo.
Pero en general, no mentimos al decir que parece un largo y monótono anuncio de reclutamiento militar, donde no hay nada mejor ni más lindo que ser carne de cañón y servir a la patria junto a tus nuevos amigos. ¡Hooray!
Tal vez sea esta la razón por la cual algunos medios del norte global hayan recibido tan bien a la serie, que en sus primeros días pasó desapercibida y luego llegó al 3º puesto global, frecuentemente llegando al número 1 de los más vistos en Estados Unidos.
USA Today, lo llamó El mejor show de tevé de este otoño. No resulta extraño. La narrativa coming-of-age, se mezcla con la épica militar en un cambalache de idolatría a las reglas ético-morales de las fuerzas armadas y un todos son bienvenidos que, en un haz de buena luz para el show, llevó al propio secretario de prensa del Pentágono a catalogar Netflix de creador de basura woke.
La masculinidad representa aquí una identidad dependiente de un estatus que engloba, sintetiza y confunde poder sexual, poder social y poder de muerte. Lo llaman mandato de masculinidad es el mandato de tener que demostrarse hombre. No poder hacerlo, por no tener los medios lleva a la desesperación a los hombres, que se ve en la serie de distintas maneras para nunca de formas problematizadas.
La primera característica de la corporación masculina es que el valor supremo que está por encima de todos los otros valores es la lealtad corporativa.
La otra característica de la corporación es que es internamente jerárquica y el lugar que ocupe un hombre en esa jerarquía de masculinidades va a ser la posición que pueda conseguir en relación a las potencias sexual, física, bélica, intelectual, moral, económica y política.
Sólo en este sentido es que Boots puede decirnos algo interesante.
Es lamentable que ante la pregunta sobre qué significa ser un varón gay la respuesta siga orbitando la represión, la castidad y el sacrificio.
Con una segunda temporada confirmada, Boots tendrá que resolver temas de ritmo y guión para destacarse al dejar de ser una novedad, aunque no se espera que nada reivindicativo o queer pueda salir de una continuación de lo ya visto.
Por Soy - Página/12
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