📍 Altomundo
El bodegón escondido que volvió a ser furor en el microcentro porteño.
La Pipeta revive como ícono porteño de la mano de sus platos abundantes y precios accesibles. Desde 1961 está instalado en un subsuelo del microcentro.
La Pipeta trabaja de corrido, desde a apertura a las 11 am hasta el cierre a la madrugada.
A metros de la esquina de San Martín y Lavalle, en pleno microcentro porteño, hay un secreto a voces: en el subsuelo del icónico Edificio Argentino, se esconde La Pipeta.
Un bodegón que nació en 1961 pero cuya historia arranca mucho antes, cuando el local funcionaba como cabaret frecuentado por figuras ilustres del jet set internacional. Por esas mesas pasaron desde empresarios hasta estrellas de cine como Orson Welles, o personalidades como el magnate Aristóteles Onassis, en sus visitas a la Argentina.
Hoy, ese pasado glamoroso convive con el olor a milanesa frita, la escalera espejada y la ambientación intacta de otra época.
De cabaret a bodegón, este clásico tiene historia, en el sótano funcionó primero un local nocturno llamado Gong, que en los años 50 fue epicentro de la vida cultural de la zona y escenario del debut de Los Wawancó, la legendaria banda tropical. Con el tiempo, dejó de estar de moda y fue reconvertido en 1961 en el bodegón que hoy conocemos como La Pipeta.
Desde entonces, el subsuelo fue punto de encuentro de trabajadores del centro porteño, en busca de platos suculentos y porciones generosas. Con los años, el microcentro fue perdiendo movimiento, el público se volcó a zonas como Puerto Madero o Recoleta, y muchas oficinas se mudaron fuera del centro.
La Pipeta, en ese contexto, quedó algo olvidada. Aun así, el restaurante resistió, manteniendo la esencia de siempre.
En la última década, una renovación del salón y la continuidad de su cocina original ayudaron a recuperar clientela. Se mantuvieron los clásicos de la carta, y el lugar volvió a llenarse de habitués y nuevas generaciones curiosas por redescubrirlo.
El renacimiento de La Pipeta también llegó, en parte, por TikTok e Instagram. Las reseñas de foodies que celebran la entraña con papas fritas y la tortilla de papa casera convirtieron al bodegón en una parada obligada para turistas y oficinistas millennials. Las fotos del salón con sillas de madera, retratos de Borges y Olmedo y carteles graciosos, suman al encanto visual que las redes sociales exigen.
Los viernes y sábados hay mesas largas, festejos y ese espíritu de cantina de barrio, pero en el corazón financiero de la ciudad. En TikTok se multiplican los videos con frases como "el bodegón escondido del microcentro".
La carta es extensa y los precios, sorprendentemente razonables.
Según el menú actualizado de abril, algunos platos destacados son: Milanesa de ternera con fritas: $14.500, Milanesa napolitana con fritas: $17.200, Suprema de pollo con fritas: $15.500, Pollo al ajillo con papitas: $16.900, Entraña con fritas (para dos): $45.000, Parrillada especial para dos (comen tres): $38.900, Fusilli al fierrito con tuco y pesto: $8.900.
Entradas como los buñuelos de acelga o la tortilla de papa están a $9.500, y los postres como el flan con dulce y crema, a $5.000. Una pareja puede almorzar o cenar con bebida y postre por unos $60.000, siempre y cuando no se encarezca la cuenta con vino.
La Pipeta es más que un bodegón, es un testimonio vivo de la historia de Buenos Aires. Supo reinventarse sin perder su esencia, resistió la pandemia, la competencia de cocinas de autor. Hoy, es punto de encuentro de generaciones que vuelven por el sabor, el precio y la magia de bajar una escalera y encontrar un refugio que huele a historia.
Por Ámbito Financiero
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