El Diario y los Etchevehere

Ahora que el periodismo es un asunto de redes sociales difícilmente ocurriría lo que ocurrió cerca de la medianoche de aquel sábado 20 de diciembre de 2003.

Por: Ricardo Leguizamón



La Redacción de El Diario estaba en ese tiempo hueco y frenético que precede a los cierres y la colega Marta Marozzini recibe la noticia de un accidente que había protagonizado el ex intendente Sergio Varisco, en el Acceso Norte. Iba en auto junto a la concejal Mercedes Lescano, que falleció producto del impacto.

No había que esperar el comunicado para copiar y pegar ni un whatsapp para replicar. El periodismo era otra cosa. Se hacía de otra forma.

-Varisco está en la Clínica Modelo. ¿Vamos? -me invita Marta Marozzini.

Vamos.

Una noche de sábado de diciembre el mundo gira en otro sentido. Dos periodistas nadaban como el salmón en esa noche espesa, anticipo de las juergas de fin de año.

No había un plan. Había que ir, preguntar, averiguar, traer el dato, redactar.

La primavera del periodismo que se vivió en Paraná con el original Hora Cero y que siguió, años después, con la incorporación de esa camada de periodistas a la Redacción del tradicional medio de calle Urquiza y Buenos Aires produjo una transformación en la manera de ver y contar la realidad.

El periodismo empezaba en la calle, seguía en las charlas de Redacción y continuaba frente al teclado, mediado por las interminables charlas con los editores.

Leila Guerriero, maestra de cronistas, dice que "el periodismo narrativo tiene sus reglas y la principal, aunque sea obvia, es que se trata de periodismo. Eso significa que la construcción de estos textos musculosos no arranca con un brote de inspiración, ni con la ayuda del divino Buda, sino con eso que se llama reporteo o trabajo de campo, un momento previo a la escritura que incluye una serie de operaciones tales como revisar archivos y estadísticas, leer libros, buscar documentos históricos, fotos, mapas, causas judiciales, y un etcétera tan largo como la imaginación del periodista que las emprenda. Lo demás es fácil: todo lo que hay que hacer es permanecer primero para desaparecer después".

Ahora nadie desaparece: primero está el periodista, después la noticia, o lo que fuere que se quiere publicar porque ahora el periodismo está cruzado por muchos otros subgéneros.

En ese entramado de escribas que se autoperciben periodistas, el oficio transmutó. Es otro.

Pero en el confín de los tiempos, el periodismo navegaba por otros límites, distintas geografías, y eso fue así hasta que la crisis financiera y económica de las empresas periodísticas hizo añicos el oficio.



Eso ocurrió en El Diario, cuando el medio cumplió 108 años.

Un día fue un llamado telefónico de un funcionario inquieto, después un pedido para que esa nota no salga por ahora, más tarde, un funcionario luego travestido en juez que avisaba que le inquietaba el tono de ciertas notas, y al final, un editor que revisaba todo y pasaba el tamiz a modo de la Inquisición: qué se publicaba, qué no.

Pasaron varios, con menos o más luces, más o menos progres. Un día, El Diario dejó de pensar en periodismo.

La Redacción -aquella Redacción- pasó a ser un no-lugar para el periodismo.

El Diario, aquel diario que fue, echó en 2018 a 80 periodistas, gráficos, empleados, y no les pagó las indemnizaciones de ley.

La ley, esa que transcurre entre expedientes apilados en un armario en una casona de calle Santiago del Estero -el juzgado civil N° 9 donde se tramita el concurso de Sociedad Anónima Entre Ríos, la empresa que edita El Diario-, tiene sus tiempos y sus bemoles, y un juez timorato y empleados judiciales que cuentan los trámites vía whatsapp, y unos síndicos que administran el concurso que cuentan lo que se puede contar vía whatasapp: un olvido de cuatro años.

Los Etchevehere, que tuvieron la suma de todo el poder en El Diario hasta 2010, cuando la familia se dividió en intereses mundanos y abrió el negocio periodístico a otros actores de dudoso pedigree, ahora está entretenida en peleas judiciales por herencias varias, y reniegan de cualquier responsabilidad en la debacle. ¿Yo, señor? No, señor.

Quién, entonces: ¿Fuenteovejuna?

Ahora, El Diario de este tiempo, transita otros caminos. Este último domingo, publicó una pequeña columna -"un suelto", se diría en la jerga periodística- a propósito de los 108 años. Raro: en otros tiempos se desplegaban páginas, con avisos, recuerdos y hechos destacados. Todo cambió ahora.

"La de la fecha no es una edición más. Es la última de una larga sucesión de publicaciones que se inició hace 108 años", arranca el texto y deja una duda. ¿Deja de salir? ¿No habrá más edición papel?

"Los tiempos, el mundo, la ciudad y quienes la habitan han cambiado incesantemente. El Diario también: su carácter y contenido, las redacciones, la cantidad de páginas, la presencia del color, la irrupción de las imágenes, las técnicas de impresión, la relación con la edición digital y hasta los hábitos de lectura", agrega.

Y remata: "Lo que se mantiene incólume de parte de periodistas, reporteros gráficos, administrativos y canillitas es la pregunta sobre la razón de ser de un diario, en una sociedad en ebullición. Este interrogante es el que ha mantenido vivo al medio de comunicación, pese a las enormes vicisitudes que atravesó; y, seguramente, será el combustible que le permitirá reconvertirse a futuro".

La reconversión en el mundo de los medios suele ser sinónimo de ajuste.

Cuatro años atrás El Diario se reconvirtió de un modo feroz: echó a casi un centenar de periodistas a la calle.

Cuatro años después esos despedidos no saben qué ventanilla tocar para hacer valer sus derechos.

Fuente: Entre Ríos Ahora - Señales

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